ESE HOMBRE ES UN PERRO


En esta vida todo viene en epidemias. Las gripes, la peladera antes de cada quincena. Hay epidemias de embarazos, donde todas tus amigas quedan en estado al mismo tiempo. Es justo ese momento en el que todas las que no quieren tener bebés empiezan a cuidarse más de la cuenta.
Últimamente hay una epidemia de personas terminado sus relaciones, se ha hecho tan común que tengo un grupo en WhatsApp que se llama “Despecho”, no quieren ni imaginarse las conversaciones de ese grupo. A veces siento que así como hay notas de voz y la opción de mandar fotos, deberíamos tener la opción de pasar un pañuelo a la pana que está del otro lado del teléfono.
Con el grupo de WhatsApp la cosa es más fácil, matas a varias con el mismo consejo, lo complicado es que siempre hay una que sufre más que las demás y esa quiere más atención.
Cuando una amiga está despechada requiere de tu atención las 24 horas del día, tienes que estar alerta en la madrugada porque capaz te toca salir corriendo a llevarle helado o a evitar que le escriba al infeliz que le rompió el corazón.
Hay dos escenarios en las rupturas de tus amigas: que el innombrable, es decir el ex, te caiga malísimo y estés dispuesta a hacer todo porque no vuelvan, o que el ex te caiga súper bien y tus consejos para que tu amiga salga adelante serán, sin duda, nefastos.
Esta epidemia me ha servido para darme cuenta de la diferencia abismal entre el despecho de un hombre y el de una mujer.
Las mujeres vivimos un dramón al mejor estilo de cualquier culebra de Leonardo Padrón. Las 24 horas no parecen suficientes para tantas ganas de llorar. El mundo se acaba, nos ponemos emo, no queremos salir ni de compras, apagamos la luz, cerramos las cortinas, los tuits van a ser citas de canciones de Ricardo Arjona. Las frases “todo pasa por algo”, “vendrá algo mejor” y “nadie se ha muerto de amor” van a ser las más nombradas del día. Las típicas preguntas “¿que hice mal?”, “¿será que tiene a otra?” nos robarán la energía a las amigas pacientes que sin estar despechadas terminamos histéricas y miserables de tanto escuchar.
A veces provoca darles unas dos cachetaditas y gritarles “no hiciste nada, mija. El tipo es un bolsa”, pero es preferible respirar y usar alguna de las frases anteriores.
Por su parte, los hombres matan su “despecho” tomando con los panas a los que obviamente no pasan la noche contándoles lo que pasó. Capaz un “nada marico, terminamos” dé pie a la primera ronda de Tequila o Jagger.
En estas saliditas no descartan la opción de ver si algo cae, porque para ellos la tristeza no es un obstáculo en el Dallas.
Sé que la cosa esta difícil, que hay más escasez de hombres que valgan la pena que de papeltoilette pero recuerden que nadie se ha muerto de amor y que en verdad, algo, no se sí mejor o peor va a llegar.
A las despechadas: no hay nada que el alcohol no cure por una noche… Y así van hasta que se les pase o se vuelvan alcohólicas; y a las amigas: paciencia, no queremos terminar como violento de Laura en América.

Verónica Gómez (erikatipoweb.com)